2023-End of youth

No sabría por dónde empezar. Siempre me ha gustado releer lo que le pido al año cuando ya va llegando a su fin y hace 365 días le pedí al 2023 que vinieran cosas bonitas, personas vitamina y sueños cumplidos, que viniera salud, mucha salud, que reinase el amor y que viviera la ilusión. Por la recompensa al trabajo bien hecho.

No ha sido así.

Supongo que mantenerme en "el mejor año hasta el momento" era un sueño adolescente que no podía ser eterno. Y es que al final las piedras son parte del camino, te obligan a estar alerta y te recuerdan lo importante de saborear cada paso para no caerte de morros.

Yo sigo sin poder evitar recordar también lo bonito, que lo ha habido.

Enero donde siempre, con los de siempre y de vuelta al sur. De churros con chocolate, de amigos y de finde en la nieve.

En febrero taché un destino de mi lista de viajes. Visitamos Escocia con sol y con frío, con virus y mucho sueño en nuestro salón victoriano.

Marzo empezó con una noche en el aeropuerto seguida de muchas horas de estudio, un finde en Córdoba y juegos de mesa.

Semana Santa y abril en casa después de mucho tiempo, vacaciones escolares de nuevo y mucho verde. Reencuentro en Málaga y feria en primavera.

Mayo fue difícil, pero me cuidaron mientras yo olvidaba hacerlo por volcarme en los demás. Las horas siempre pasan más lentas en una sala de espera y cuando todo sigue como si nada a tu alrededor.

Junio fue el mes de la fuerza de voluntad cargada de rituales, de maloserás. De "no puedo con esto" contrarrestado siempre con dosis de "creo en ti" y "puedes con más". Despedidas y fin de curso. Gracias por el cariño.

El último empujón en julio y los nervios a flor de piel, resultados que 6 meses más tarde aún no me creo. Volví a viajar y volví a casa.

No es verano sin agosto, sin playa y sin música en directo donde se acaba el mar. Sin Kanka.

Septiembre de principios, de sueños. De pasitos pequeños, de comerse el mundo con miedo.

Octubre fue de familia y de Andrés en directo otra vez. De hacer las paces con el pasado. De derrumbarse y seguir. De pedir ayuda y superar obstáculos.

En noviembre volví a cruzarme el país de punta a punta, a caballo entre un no parar y respirar hondo. Pasito a pasito y con una semana vitamina para terminarlo.

Diciembre de ilusión, de buenas noticias, de avances. Diciembre de objetivos, de mirar atrás y adelante. De reencuentros en casa, de soñar con 2024. De familia y de amigos.

Se acaba el año en el que me empecé a convencer de que no tengo que hacerlo todo perfecto. En el que me ayudaron a creerme todos esos "lo estás haciendo bien". En el que pedí ayuda. El año en el que superé unas oposiciones que ni yo esperaba superar en 2023. En el que mi esfuerzo dio resultados, en el que los míos estuvieron ahí a pesar de todo.

Si 2020 me enseñó a parar a coger aire, 2023 me enseñó que la vida cambia sin darte cuenta, que aunque haya que dar dos pasos adelante y uno atrás, se puede seguir si lo haces con los que importan. En 2023 aprendí a abrazar. A abrazar mi salud mental, a los míos (a abrazarlos de verdad, desde dentro), el tiempo con ellos, a abrazar los cambios aunque vengan difíciles. En 2023 crecí también.

A 31 de diciembre no puedo decir que lo he conseguido, pero sí que estoy en ello.

Y sé que, a pesar de todo, soy afortunada.

Supongo que ser adulto va de eso.

Al 2024 solo le pido tranquilidad, salud y seguir abrazando a los míos. Que no seamos menos y que al final salga todo bien.



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