.
Había tormenta. Miré por la ventana y vi un gran rayo iluminando el cielo. Me acurruqué en mi mantita y acerqué mi boca al tazón de chocolate caliente que sostenía entre mis manos. Bebí un poco. Quemaba. Me estiré para coger el mando y encendí la tele; estaban dando Moulin Rouge, mi película favorita, ya iba por la mitad, pero me daba igual, me sabía el diálogo de memoria. “Lo más grande que te puede ocurrir es amar y ser correspondido”. Qué frase tan bonita. Cerré los ojos; oía las canciones de la película de fondo, y empecé a soñar. Era de noche, yo estaba en medio de mucha gente, y no era capaz de reconocer ninguna cara, todas estaban borrosas. Tenía miedo. Intenté abrirme paso entre la gente, llegar a algún lugar conocido, o por lo menos salir de aquella gran multitud. Los rostros de las personas ya eran más nítidos, pero no eran ni mucho menos agradables. Traté de encontrar un rostro amigo, pero la gente me empujaba y me miraba con desprecio. Me sentí pequeña. De pronto vi a una n