Tic, tac.
Ya no queda zumo de mandarina porque ya exprimí todos los domingos y los lunes al sol. Se acaban las vueltas en estas sábanas que se me pegan como los granos de arena a la piel. Como el olor de la crema a las manos que disipan la niebla y la rabia. Hay unas pocas nubes difuminadas y rezagadas como los dibujos de alguna noche. Ya no sé si es el calor el que no me deja dormir o si soy yo, que sé que cuando me despierte mañana, estaré echándoos de menos desde otra etapa de mi vida. Colecciono puestas de sol sobre la ría y sobre las carreteras infinitas como el mar que me tranquiliza igual que la gente con su (b)risa. Cierro los ojos y los vuelvo a abrir bajo la marea. Y todavía salto olas y minutos. Creo que crecer es aprender a despedirse, por eso mi peli favorita sigue siendo Peter Pan. Pero crecer también es saber que, aunque nunca aprenda a decir adiós, a veces hay que tomar decisiones difíciles para que me sigan creciendo las alas, y hoy me toca hacerlo. Vine aquí porqu