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¿Lazo? Sí. ¿Tutú de plato? Sí. ¿Sin pulseras? Sí. ¿Zapatillas? Sí. Ya está todo preparado, ya no puedo hacer nada más. Por mucho que lo intente, diez minutos antes de salir no me da tiempo a mejorar esas piruetas que llevo todo el curso practicando y que tanto me cuestan, o me salen en el escenario, o haré el mayor ridículo de mi vida. Pero lo mejor será que me relaje. Calentaré, sí, calentaré un poco, a ver si despejo la mente… Me subo a las puntas y hago un par de ejercicios para calentar, cuando de repente... ¡¡CRASH!! No puede ser, es imposible, no se me puede romper ahora… Ya no puedo estar más desesperada, corro hacia Tania, y le cuento lo que ha pasado, entre carreras y prisas. Tania me dice que me relaje, pero yo no puedo, quedan sólo ocho minutos para salir. Tania corre a los vestuarios del piso de arriba. Yo me quedo abajo, pensando, ¿y si todo el esfuerzo de este año se estropea por culpa de una zapatilla rota?, ¿y si no metí las zapatillas de repuesto?, ¿y si, por culpa de