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¿Lazo? Sí. ¿Tutú de plato? Sí. ¿Sin pulseras? Sí. ¿Zapatillas? Sí. Ya está todo preparado, ya no puedo hacer nada más. Por mucho que lo intente, diez minutos antes de salir no me da tiempo a mejorar esas piruetas que llevo todo el curso practicando y que tanto me cuestan, o me salen en el escenario, o haré el mayor ridículo de mi vida. Pero lo mejor será que me relaje. Calentaré, sí, calentaré un poco, a ver si despejo la mente… Me subo a las puntas y hago un par de ejercicios para calentar, cuando de repente... ¡¡CRASH!! No puede ser, es imposible, no se me puede romper ahora… Ya no puedo estar más desesperada, corro hacia Tania, y le cuento lo que ha pasado, entre carreras y prisas. Tania me dice que me relaje, pero yo no puedo, quedan sólo ocho minutos para salir. Tania corre a los vestuarios del piso de arriba. Yo me quedo abajo, pensando, ¿y si todo el esfuerzo de este año se estropea por culpa de una zapatilla rota?, ¿y si no metí las zapatillas de repuesto?, ¿y si, por culpa de los nervios, no soy capaz de atármelas?, ¿y si…? ¡No! Relájate, todo saldrá bien, en seis minutos saldré ahí fuera y demostraré todo el trabajo de este año y sonreiré como nunca lo había hecho… Pero, ¿dónde está Tania con las puntas? Quedan sólo cuatro minutos. ¡Por fin! Tania viene corriendo con las puntas de repuesto. Rápidamente me quito las otras mientras Tania me prepara las nuevas. Tres minutos. No, no, no, con los nervios me tiemblan las manos y no puedo desatarlas, Tania me ayuda y al fin consigo quitarlas. Dos minutos. Me relajo, intento que no me tiemblen las manos y me empiezo a poner las otras puntas; primero los protectores, con cuidado, tienen que ir bien colocados; ahora las ato… Treinta segundos. Ya está. Estoy lista, están cerrando el telón. Tania me abraza y me desea suerte. Cinco segundos. Me coloco en el medio del escenario, cierro los ojos y sonrío. Abren el telón y veo a cientos de ojos mirándome fijamente, esperando que haga algo impresionante, pero en el momento en el que empieza la música desaparecen todos mis nervios. Ya. Empiezo a bailar, va todo bien, la gente aplaude con los saltos y con las piruetas. Llega el peor momento, las vueltas, empiezo a girar, y uno, dos, tres, cuatro… ¡Sí! Lo logré, todo mi esfuerzo se ha compensado. Termino de bailar con una sonrisa en la cara.


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