2020, ¿por dónde empiezo?

Pusiste en pausa nuestras vidas por un tiempo,

nos hiciste valorar las pequeñas cosas

y echar de menos un abrazo

o una tarde en cualquier bar.

Los planes más simples se volvieron imposibles, los viajes se aplazaron, sin fechas fijas.

Pero a pesar de todo, sigue habiendo cosas buenas

que merece la pena recordar.

La nieve en enero,

las rodillas moradas

y el chocolate caliente.

Los últimos eventos, sin saberlo,

después de un inicio de curso muy agitado.

Cartagena, Toledo, Sevilla.

Un último fin de semana a lo grande,

a las puertas de la incertidumbre, del estrés,

de un viaje para escapar al sur "unos días".

Unos días que se convirtieron en marzo, en abril, en mayo, en junio.

En pantallas y videollamadas,

en horarios cambiados,

en paseos sanadores,

en debilidad y fortaleza.

En apoyo constante.

Y julio me permitió coger otro avión,

un último aliento en mi Barcelona, con mi gente, en mi casa.

La playa en Galicia y agosto a 40º

de mudanzas, planes y visitas.

Una hora menos en septiembre,

necesaria desconexión y un soplo de aire fresco.

Con octubre volvieron los comienzos,

la ilusión, las ganas,

el crecimiento, el comprenderme.

Estos últimos meses han volado

como no he podido hacerlo yo.

2020 se ha llevado a mucha gente,

y a un fiel compañero.

Pero de lo malo ya hemos hablado demasiado,

así que yo de 2020, sin duda, me quedo con la compañía,

la que tuve al lado y la que estaba lejos,

la que me abrazó y la que no pudo hacerlo.

Me quedo con nuestra forma de aprender,

con el trabajo bien hecho, el esfuerzo.

Me quedo con el futuro.

Puede que 2019 fuese el año en que más cosas viví,

pero 2020 fue una pausa para reiniciar mis sentidos,

aprender a quererme y a valorar los momentos.

2021, te espero con los brazos abiertos, con gel y mascarilla.



P.D.: no hace falta que me sorprendas tanto como 2020

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