202...3

 Llevo varios días intentando encontrar las palabras para despedir este 2022.

Y resulta que lo único que me hacía falta era bajar las revoluciones, respirar. Y es que la paz que me da este lugar no se apaga ni en sus cascadas de lluvia.

Esa paz mezclada con un no parar de reencuentros, de planes, de caras conocidas de todas las etapas de nuestras vidas. Con un sinfín de recuerdos, de rincones, de razones.

La paz que me da el único sitio en el que sé a qué hora salgo pero nunca a cuál llegaré.

Y ha sido al pisar sus adoquines mal puestos sin tener prisa por llegar a..., por volver a..., por ponerme a..., cuando he vuelto a recorrer los últimos 12 meses con todo lujo de detalles

He paseado por un enero nevado, complicado y encerrados. He saltado de cabeza a febrero; fugaz y frío. Y cuando me he dado cuenta marzo llamaba a la puerta: traía disfraces, recuerdos, visitas, risas y barro.

Siempre queda un abril para mí... De viajes pendientes, tardes al sol, mojitos y amigos. Corriendo descalza por otro mayo de letras, reencuentros, paz y festivales. Saltando la hoguera de junio, de finales, planes bonitos, norte y más reencuentros.

He buceado por un julio de horas al sol, de música y de orgullo, de donde se acaba el mar, de vuelta al hogar (también a ese temporal), de montaña y de tormenta, de personas vitamina. Y trasnochando un agosto repleto de olor a Atlántico, en el norte y el sur, de visitas, de feria y normalidad, de Zapatillas, de vuelta al norte. Escalando septiembre y sus cimas, caminando juntos, saltando barreras, superando retos y miedos, cumpliendo promesas, paseando por su arena y sus atardeceres y amaneceres, por sus colores.

He sorteado los charcos de octubre, los principios, la vuelta a la rutina, las benditas escapadas, el teatro, los descansos. Pensando en descansar noviembre, pero sin apenas parar, escapando a ratos y a saltos, aprovechando los días, los viajes, la compañía. Saboreando diciembre y sus últimos días, las reuniones, adaptarme, encontrar mi sitio, volver a decir que sí a todo, disfrutar, descansar, respirar, abrazar, normalidad, mi gente, 


2022, gracias por haberme permitido seguir creciendo y aprendiendo, haberme obligado a luchar un poco y darme algo de tregua, dejarme disfrutar y no llevarte a nadie para despedirte. Por llevarme a todos los sitios y momentos a los que me has llevado.

Qué bonita es la vida y qué bien poder vivirla cada día sin saber qué viene después.

Que en 2023 vengan cosas bonitas, personas vitamina y sueños cumplidos. Que venga salud, mucha salud, que reine el amor y que viva la ilusión. Por la recompensa al trabajo bien hecho.

Hasta pronto, Ferrol, "no cierres más bares sin mí y no escuches las cosas feas que decimos de ti". Seguiremos cumpliendo la promesa de siempre volver a donde se acaba el mar. Y cuando se va el sol, volver siempre a casa, por muy lejos que esté.



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