Una declaración de rendición sin condiciones

El cambio de hojas, de estación y de hora siempre trae consigo un cambio de humor, de compañías.
Yo crezco cada año en esta época, y eso me da una sensación de prisa por hacer, entender y decir. Por sentir. Un cronómetro constante y un reloj de arena que se rompió hace mucho tiempo.
Una necesidad de casa que va a peor según va aumentando el frío y que no me llena si no se cumple.
Un momento de cambiar de aires y un ansia por viajar que suele tener que esperar. Planes, promesas y palabras bonitas. Y no siempre vacías.
No me gusta mirar atrás, no de la forma en la que lo hago en esta época, y no sé si será la lluvia, la rutina o las ganas de no tenerlas, pero el viento del otoño me obliga a hacerlo.
Pero no todo va a ser malo, no hay nada como un finde de desconexión, sofá y mantita para recargar pilas.
Ahora toca olvidar qué hora es, en qué día vivimos, y no rendirse, así "que hagan sus apuestas, que sigue el juego".

"Mira cómo avanzo, valiente, dejándolo todo atrás".

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