Querido verano de 2017, gracias

Érase una vez la historia de un verano con pocos días de playa y piscina, mil canciones que he cantado hasta aburrir, viajes y experiencias nuevas, y sobre todo personas. 
Esta es la historia de cómo siempre me gustó tener las cosas controladas, los cabos atados. De cómo a veces decido soltarlos y quedarme a la deriva, dejarme llevar.
Esta es la historia del verano en el que disfruté de un gran viaje por EE.UU. y de 4 días casi a la vuelta de la esquina.
De cuando decidí que improvisar era mi mejor baza y de cuando se me fue de las manos el tiempo libre y no supe gestionarlo y se mezcló con los planes de última hora. De las prisas y las pausas, que no fueron capaces de congeniar. 
De pocos planes fijos, de los que siempre he perseguido, de muchos, muchísimos escenarios nuevos. De tachar unas cosas y añadir otras, de ampliar listas y romper barreras.
Una historia de cuando me enseñasteis que, a veces, la arritmia es el mejor compás. De nervios buenos, de los de risas flojas con cosquilleo que sube desde la barriga y cabos sueltos de los que os hablaba.
De cuando en mayo cerré los ojos y al abrirlos era 10 de septiembre... y sus puntos y aparte. Con principios que parecen finales y finales que bien podrían llamarse principios. Septiembre y sus leyes no escritas. Septiembre sinónimo de oportunidades. El mes de las cuestas arriba. Llega con nombre de broma de mal gusto y se convierte en uno de esos chistes malos que nos acaban haciendo llorar. "Y es que septiembre es como la última canción cuando ya ha terminado el concierto".


Esta es la historia de un gran punto de inflexión, de cómo terminé la carrera, tomé decisiones y acabé poniéndole destino a mi billete de tren de 12 horas. Sí, Barcelona.
De cuando decidí soltarme de mí misma, volver a hacer la maleta y saltar al vacío. Es la historia de lo que pasa cuando tu vida cabe en cajas. 
Un cuento que acaba con "y siempre volver". Sé que aquí nací*, y aunque quisiera quedarme no podría, pero sí sé que seguiré volviendo hasta que no quede nadie.



"Toca ir cerrando un verano más, encontrar los relojes y empezar a hacer calendarios. Toca volver a la rutina, a los "odio Ferrol" y los "os echo de menos". Pero una vez más me llevo las fotos y los recuerdos y me quedo con la promesa de volver en Navidad, Semana Santa y verano tras verano a cerrar, cada año, todos los bares al grito de "sé que aquí nací y aquí quiero quedarme". Un 31 de agosto más que se lleva el viento de la playa de Pantín. Nos vemos pronto, Ferroliño, no cierres sin nosotros y no escuches las cosas feas que decimos de ti."


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