Hemos pestañeado y se nos ha ido de las manos

Las despedidas son la mayor porquería en este mundo, y no, no se me dan genial. Seguiré diciendo cada año que ha sido mi mejor verano, si prometéis estar en él para el siguiente. Y como no me gusta despedirme, lo hago con una semana de antelación, para tener tiempo de asimilar que no vuelvo a pisar Ferrol hasta el 21 de diciembre y para empezar tranquila la cuenta atrás. Sé que llevo quejándome un mes y que estáis de mí hasta los mismísimos, pero entendedme, me he quejado de todo desde que tengo uso de razón, aunque en el fondo me encantan la mitad de esas cosas.
Y os voy a confesar algo: tengo miedo de irme. Tengo miedo del alemán, tengo miedo de morir de hambre porque soy una inútil cocinando, tengo miedo de perderme de camino a clase y tengo miedo de caerme de la bici. Y me da igual, porque a la vez tengo tantas ganas que no os da la olla. Pero, sobre todo, tengo miedo de volver. No de volver sin más, sino de volver y lo que me pueda encontrar. De que ya no nos sentemos en el murito de Armas, de que el 5ºE tenga el sofá ocupado, de que no haya sitio en el ferrolano y de que Doniños cambie tanto que no lo reconozca. De que haya alguien ocupando mi lugar, o que ya no haga falta que os de la vara todos los días.
En serio, sólo tengo que mirar 12 meses atrás para darme cuenta de lo que podemos cambiar en un año. Hace un año estábamos todos perdiditos en las presentaciones, loqueando cada jueves o en un Monbus cada domingo. Pero hemos pestañeado y se nos ha ido de las manos. Cerré los ojos tomando algo en Pichu una tarde de mayo y los he abierto con las maletas hechas y las fotos de este año en la de mano.
Igual es porque somos diferentes, o porque queremos parecernos de vez en cuando. Puede que sea porque el roce hace el cariño, o porque el cariño hace el roce. Quizás porque donde hay confianza, da asco, o por dar más confianza que asco. A lo mejor tiene que ver con las risas. Muy probable. Pero el caso es que os voy a echar de menos, y que, si vuelvo, es por vosotros.La confianza ganada (y no la forzada) es la que realmente vale.
No se puede decir que hayamos vivido miles de veranos ni que compartamos un trillón de intereses, pero bien está lo que bien acaba. Así que, feliz última semana de mi verano.











Comentarios

  1. No te puedo querer más. No por los años sino por las experiencias, que en esta vida es lo cuenta. Estaremos esperándote en el murito de armas, y si hace falta reservamos el sofa del ferrolano.
    Dicho esto: lloremos

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